Poemas y otras fantasías.

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lunes, 6 de abril de 2009

Yo tengo el poder.



(“…El poder de decidir si estoy o soy feliz”, como dice Lli. Hoy estoy feliz. Y no es que haya sido un día maravilloso, pero he terminado una etapa con mis compañeros de curso que ha sido enriquecedora. Hemos compartido viaje, aplausos y comida con tertulia. Se ha cerrado un ciclo que ha servido para crecer y comprender, en mi caso).
He tardado en subir al castillo, no es un camino fácil de andar para mi cuerpo. El sobreesfuerzo que he de hacer me pasará factura mañana, cuando intente levantarme de la cama; pero merece la pena. El olor a romero y pino se mete por mi nariz con más intensidad, en cada tramo de la senda. No es muy ancha, lo suficiente para no dar muchos traspiés. Los pájaros no paran de trinar, escondidos en la masa boscosa que me rodea. Es una delicia.
Tengo que hacer varias pausas porque me ahogo sin remedio. Creo que me late hasta el pelo. El sudor empieza a recorrer mi pecho y un hilillo baja correteando en dirección al ombligo. No hace calor, es el esfuerzo. Siempre hay una ligera brisa en esa zona que hace que la subida sea más placentera. Vuelvo a parar. Me despojo de la sudadera. Llevo la camiseta pegada al cuerpo, empapada. Pero ya atisbo el contorno de esas ruinas. Prosigo.
Ahí está…Intentando mantener el esplendor que le hizo emblema de belleza y gallardía. La fortaleza que fue y cayó. La que la Naturaleza castigó un día de 1748, sumiéndola en una ruina casi completa. El viento es más fuerte en su recinto. La falta de murallas lo propicia. Sin embargo, hay un parte de él, en el que sentarse te conduce a un estado de paz inmenso. Unas piedras hacen de trono para mí. Soy la Mujer Azul, en lo más alto del castillo, viendo el mundo desde arriba; hasta donde mi vista ya no divisa nada. Tengo un reino a mis pies, hasta donde alcanza ver el mar. Un paraíso privado, hasta donde muere el verde. Cierro los ojos y todo gira. Puedo sacar mi espada y gritar: “¡Yo tengo el poder!”... Porque, en este instante, nadie me tiene atada, nadie me impide chillar, nadie es más feliz que yo.
Despierto, he de reemprender el camino. Con cuidado, bajo la empinada cuesta en dirección al sendero. Me cruzo con dos jóvenes que van corriendo. Nos saludamos… Y miro en dirección al pueblo. En media hora estoy casa, con el delantal puesto, preparando la comida.

2 comentarios:

Manu dijo...

Quizás sea un tiempo en que los héroes de plástico nos hacen olvidar que todos los días lo somos. Lo somos por levantarnos con nuestras debilidades, con nuestros pequeños retos. Y es que la vida es para los héroes que como tú se levantan todos los dias y se ponen el delantal.

LLibert dijo...

Dicen los que saben que poder es querer, algunos que no sabemos, conocemos la magneficicencia del esfuerzo que supone creernos capaces de superar nuestros límites mentales; límites que nunca coinciden (ahí esta el secreto)con los límites reales como esencia que todos somos.
Felicidades por aceptarte capaz de superar tus limitaciones, nadie mas que tú... solo tú eres la única que puede conseguir el milagro de tu sanación.
Animos... y a subir mas veces ese castillo, por ejemplo. Verás como poco a poco dejarás de "sentirte" feliz, y un dia te sorpreenderas "siendo" feliz, sin que nadie, absolutamente nadie tenga poder de condicionar o limitar "tu" felicidad.
Besos