Poemas y otras fantasías.

Os invito a visitar el blog de Poemas y otras fantasías. El enlace lo tenéis más abajo. Espero que os guste.

miércoles, 22 de diciembre de 2010

Feliz Navidad.


Esta ha sido la felicitación navideña que he enviado a las personas queridas, así que la comparto con todos los que visitáis el blog; aunque sea por error.


La llegada de la Navidad era una ilusión que con el tiempo ha ido decreciendo para muchos. Quizá la vida se encarga de ponernos demasiado "los pies en la Tierra". Supongo que no nos ha tocado la lotería, que echaremos en falta a seres queridos a nuestro lado en estas fechas, que nos veamos absorbidos por la crisis, que las cosas no sean tan bellas como un día soñamos. La primera vez que vi una de ellas me quede absorta mirándola durante horas: era una bola de cristal, de esas que llevan nieve. La vida se veía de otra forma, con la ilusión de la mirada de un niño. Y esa es mi propuesta: que miremos la Navidad y el Año Nuevo que nos llega a través del cristal con la nieve en movimiento. Que pensemos que cada copo que cae es un dicha, un sueño, un proyecto, una sonrisa, un amigo, un viaje, un abrazo...Ahí va la mía, para compartirla, para desearos Feliz Navidad y Prospero Año 2011. Mi abrazo, mi beso, mi amistad...

lunes, 13 de diciembre de 2010

Un recuerdo.



He abierto un baúl para llenarlo de momentos vividos. No importa su duración. Son libros leídos que deben guardarse en su lugar. Nunca se olvida su contenido y, quién sabe, si algún día volveré a tenerlos en mis manos.




Intento no pensar en ti, pero me cuesta. Echo de menos tu “Buenas noches, princesa”. Me decías que cada vez te besaba con más pasión… Y así era, porque al principio todo era nuevo y temeroso. Las horas iban pasando y cada beso era una dosis más de ternura, hasta el punto de llegar al “beso de cinco pisos”. Era el más especial para mí. Siempre fue el más especial, a pesar de que me causaba unas ganas de reír inmensas; pero sé que era porque me llenaba de dicha. Era un beso que ascendía en intensidad, al tiempo que el ascensor.
Las mañanas compartiendo el desayuno y la charla, cosas tan simples como un paseo. El hecho de que me pidieras que te abrazara al irnos a dormir. Verte sumido en el sueño, con el contraluz de la calle… Y la música de fondo. Gracias por ponerla, me ayudaba a dormir. Y tu piel… Me acostumbré a tu sudor en el acto, me parecía asombrosa. Me importaba más tu contacto y el sentir, que llegar al clímax. Tus manos… Que me hacían sentirme tan segura en aquel lugar desconocido para mí. Y esa mirada serena y firme que mostrabas…
Me quedé con las ganas de bailar en la arena, de mirar las estrellas, de seguir explorándote… Y no como en una simple aventura, sino para llenarme de sensaciones que durasen más que aquellos besos.
El tiempo va hacia delante, no se detiene. Con ello consigo que cada recuerdo sea ahora más dulce, pero cada vez más lejano. Supongo que eso será madurar, porque el cuerpo gana en edad, pero el corazón permanece en la adolescencia.

martes, 7 de diciembre de 2010

Burbuja.



Sigo encerrada en mi burbuja, la única que tiene este desierto recién comprado. Soy una duna, pero el dolor me hace volver a mi burbuja para recuperarme. Estos días de descanso están siendo un suplicio. Los dolores son muy fuertes, sobre todo por la noche. El mes de esfuerzo me está pasando factura. Intento dormir el máximo de horas. ¡Cuánta vida perdida! Creo que es lo que opinarán muchos, pero fuera de este desierto poco hay que me importe (al menos, en este momento). Sólo estoy recogiendo fuerzas para seguir trabajando y no pensar.
Me queda el día de hoy y de mañana para hacer acopio de energía. Después, ya no tendré tiempo para pensar, para sentir… He trazado un plan de trabajo sin resquicios, sin fisuras, un tanto agotador; con apenas dos días para dormir y recuperarme. Así será mi semana. Una detrás de otra. Y así pasará la Navidad y el fin de este año para olvidar. Porque he de olvidar lo bueno y lo malo, lo dulce y lo áspero que ha sido. Porque he tocado el cielo y me he caído. Y me ha dolido. Y me pregunto si merecía esto. Hubiese preferido no sentir y seguir en la inopia. Porque estoy cansada del sufrimiento.
En estos días pasados he perdido a un familiar y me he dado cuenta de que hay un cerco de dolor constante en mi vida. Posiblemente no lo perciban los demás, pero existe. Alguien me dijo en una ocasión que mi corazón estaba roto. Tenía razón. Si relatase paso a paso cada suceso os daríais cuenta. Pero las penas no gustan, ni las personas tristes… Como yo. Porque esa es mi fama, la de una persona triste. Y pocos saben que río mucho, que mi sonrisa es lo primero que asoma en mi cara cuando me miran, cuando miro… Otra cosa es que expulse, a través de mis escritos, todo el dolor y la pena que acumulo. Es una terapia. No todo el mundo lo ve así. Por eso el azul es mi color, porque puede ser intenso u opaco, brillante y ajado, con luz y sombra… Dependiendo de mi sonrisa.

sábado, 4 de diciembre de 2010

Esfuerzo.




No sé si el dinero que he cobrado es la paga por todo el esfuerzo que he hecho durante este mes. Cierto que es mi sueldo, me lo he ganado trabajando once horas diarias; con apenas una hora para comer. He vivido todas esas horas intensamente, esforzándome al máximo. He reído, llorado, he pensado en lo injusto del trato de algún superior… pero he conseguido un buen salario, además de la unión con mis compañeros. Y, ¿cuál es el premio a tanto esfuerzo? Tener asegurado el mantenimiento de mi familia un par de meses, los recibos de agua, luz, teléfono, etc.…Y, sin embargo, sigo sintiéndome vacía.
Sumergirse en el trabajo no es la mejor vía de escape a esta sensación. Las horas trabajadas sirven para dispersarme, pero el resto del tiempo que me he mantenido despierta (el cansancio me vencía al volver a casa), no ha evitado los recuerdos. Cada mañana ha sido matemáticamente idéntica: despertar temprano, aseo, desayuno y una pastilla para el dolor. Volver a casa, comer y otro comprimido para volver a trabajar en la tarde. Nada de eso evitaba los dolores nocturnos.
Se ha terminado la “campaña de navidad”, así que volveremos a la rutina de al principio. No me importaría seguir trabajando tantas horas hasta caer extenuada, con tal de no tener tiempo para recordar. Tal vez, me pase factura en breve, pero el esfuerzo ha ayudado a que pase el tiempo de manera más rápida; acelerando un olvido leve.
Ahora tengo unos días por delante para descansar. Espero poder hacerlo. He comprobado que el esfuerzo físico tiene su recompensa económica, pero el dinero no llena una vida. Mi vida… Por eso grito, por eso escondo mi cara entre mis rodillas; como un patético avestruz. Sólo que no tengo plumas, ni patas largas para correr en caso de necesidad. Aunque dudo mucho que pueda hacerlo después de tantos días de pie. Cambiaría todo por estar unas horas sentada frente al mar, escondiendo mi cara en mis piernas, oyendo sólo el ir y venir de las olas y mirando de soslayo al horizonte para confirmar que el Gran Azul sigue ahí… esperándome.

domingo, 28 de noviembre de 2010

Me he comprado un desierto.


Me rindo. Sé que nunca llegará esa llamada. Nunca recibiré esa carta. Jamás sabré que pasó. Que no tiene explicación, porque nada sucedió. Que fueron mis sentimientos, los que me hicieron ver fantasmas. Quizá pedí lo que era imposible, como un regalo de Reyes Magos. ¿Qué hice mal? Es lo que solemos preguntarnos los decepcionados. Los que esperamos, los que creemos, los que nos ilusionamos, los que fantaseamos, los que idealizamos, los ignorantes. Me falta ser un corazón duro para no recaer en el mismo error. Por eso me he comprado un desierto… Para deambular por él con mis perros, como Ayla con su león y su caballo. ¡Ojala tuviera esa intuición! La que le guiaba por el camino idóneo, pero entonces no sería un ser humano; sino un extraño personaje de ficción.
Abro mi alma sin restricciones y eso se acabó. Insisto, me he comprado un desierto, sin oasis, sin espejismos, árido, sin temperatura, inerte. Es mi castillo de arena. Allí dejaré a la princesa del cuento. Impediré que nadie la rescate, que nadie la salve. Seré su verdugo, su guardián sempiterno.
Y mientras ella muere de soledad y de incomprensión, yo viajaré por el mundo matando palabras que nunca deberán decirse a corazones marcados por ilusiones vanas y sueños de cuentos de hadas. Posiblemente impida que nadie más vuelva a sufrir por creer que todavía quedan príncipes en este mundo.

martes, 2 de noviembre de 2010

Un cuento.


Aquellos días en tierra fueron maravillosos, intensos, un auténtico despertar de sentidos. ¡Por fin cumplía su sueño! Con lágrimas, volvió a sumergirse en las aguas del Gran Azul. Pudo atisbar, mientras se alejaba de la orilla, aquella mirada que no supo descifrar en los ojos de él.
La primera vez que sintió la tierra bajo sus pies, casi pierde el equilibrio. ¡Era todo tan nuevo! Había descubierto un nuevo mundo, una nueva forma de caminar (antes era nadar)… Se lleno de colores nuevos, de aromas nuevos, de contactos sin escamas.

No recuerdo todo lo que siento pero si siento todo lo que recuerdo. (Alejandro Sanz)

Los días que siguieron estuvieron vacíos de noticias. Ningún barco cruzo las aguas azules que la envolvían. Aquello la puso muy triste. Todos los peces intentaban que sonriera, que se animara con algo y, aunque lo intentó, muy dentro de sí escondía una lágrima salada. El tiempo fue pasando, algún velero dejaba caer una botella con mensaje dentro. Ella sabía que eran de él, pero lo que al principio fueron palabras de anhelo, se tornaron en simples expresiones de cordial lenguaje. Así fue intuyendo que él no volvería a navegar por aquellas aguas.

Como deshacerme de ti si no te tengo, como alejarme de ti si estás tan lejos. (Ricardo Arjona)

Entonces se sumergió en lo más profundo de aquel mar que era su casa. Oculta en una enorme caracola, a salvo de cualquier amenaza. Su mente dibujo distintas sensaciones de decepción, rabia, tristeza. Lloró porque pensó que fue un error soñar con tener piernas para pisar tierra firme, por creer que fue amada en algún momento, por sentirse tan perdida. Al fin y al cabo, sólo era una sirena. Mientras permanecía en su Gran Azul era hermosa y deseable, con un halo de misterio. Cuando puso sus pies en la arena seguía teniendo la voz dulce, pero su rostro reflejaba los años de las inmortales sirenas.

El amor semeja un árbol: se inclina por su propio peso, arraiga profundamente en todo nuestro ser y a veces sigue verdeciendo en las ruinas de un corazón. (Víctor Hugo)

Así que decidió que lo mejor era dedicarse a cuidar del entorno que siempre la había cobijado. Bañarse en las aguas del olvido. Proteger los corales, sentir las corrientes marinas, bailar con las olas… Y, en las noches de luna llena, salir a la superficie del mar para ver las estrellas. Porque desde todas partes hay la misma distancia a las estrellas y, con toda seguridad, él estaría mirándolas desde alguna playa; al mismo tiempo que ella… Pero en otros brazos.

domingo, 24 de octubre de 2010

Hibernar.


Tengo las manos dormidas… Me duele la espalda, el cuerpo… Supongo que tendré una crisis acrecentada con el exceso de trabajo. Hoy ha sido un día de sofá y descanso, aún así… Tengo las manos dormidas. Mi cerebro va tan deprisa que me cuesta canalizar los pensamientos. Se agolpan y me duele la cabeza. Me gustaría sacar tiempo para escribir, pero lo aprovecho para descansar. Demasiadas horas trabajando. Así no pienso, no siento. Soy una mula atada al molino, dando vueltas y vueltas.
Estoy encapsulándome, protegiéndome; haciendo del hermetismo un refugio. Hora de hibernar frente a todo. Sólo dos contactos: familia y trabajo. El resto, el mundo: aparcado. No quiero contacto, no quiero que me roce, que me despierte. Tengo sueño. Con ello no quiero decir que esperaré a que llegue la primavera, simplemente no espero. Sólo trabajo y mis hijos.
Me duelen las manos, las tengo dormidas. No siento el roce de la piel, sólo el hormigueo que viene y va. Y tengo sueño, mucho sueño.

domingo, 17 de octubre de 2010

Rabia.



Todavía sigo aquí, perdida, sin saber qué hacer o hacia dónde dirigirme. No tengo fuerzas para cerrar el blog, tampoco para empezar a escribir en el nuevo proyecto que inicié. Por un lado, no puedo quejarme de cómo me han ido las cosas en este tiempo. Por otro, me siento tan vacía que nada me satisface. He empezado a despegar con un nuevo trabajo (todavía inseguro), que me da fuerzas para levantarme cada día; aunque termine completamente agotada por las noches. Eso me ha traído una cierta seguridad económica, pero sigo sintiéndome vacía…
Tengo las ilusiones rotas, también el corazón. Vestigios de historias que nunca llegaron a ser. Arañazos en el alma, porque el cuerpo se recupera. Sigo lamentándome de lo vano de mis sueños rotos, de no sentirme llena ni siquiera por los gratos momentos, de tener la sensación de nunca haberlos vivido, de tiempo perdido, de vida perdida…
Hoy me han dicho que mi mano muestra que un amor me llega pero no estará a mi lado. He pensado que es lo mismo de siempre. Saltar y sentirme en pleno vuelo por unos instantes, para después caer al suelo.
Unos pensarán que debo agradecer y guardar en la memoria lo bonito de cada minuto de gozo, pero yo les digo que ya me he cansado de rozar lo intangible. No quiero volver a ver, ni a escuchar, ni a leer palabras que NUNCA serán para mi. ¿Egoísta? SI, en mayúsculas. Porque me he hartado de inseguridades, de esperanzas, de “tranquila, que ya llegará tu momento”. Hoy, ahora, ya: me siento impaciente, exijo lo que tanto llevo pidiendo.
Hoy me he dado cuenta de que me usan, mejor dicho, dejo que me usen… Y quiero rebelarme. Y si me tachan de ególatra, ¡qué me importa!. Yo también tengo mi lado oscuro, mi mal genio, mi mal “llevar la vida”. Hoy estoy hastiada. Hoy no me siento feliz siendo como soy, ni sintiendo como soy, ni habiendo permitido que pasaran cosas que han pasado… Me siento utilizada, engañada, por humanos y por el destino. Hoy no quisiera ser, no quisiera haber sentido, haberme dejado llevar por los instintos, haberme forjado sueños fútiles, haber creído que había amor dónde nunca hubo más que desierto.
Hoy he llorado de impotencia por ser como soy: Azul, tal vez, desteñido…

viernes, 20 de agosto de 2010

Mirando las estrellas...

Hace días que vengo sopesando esto. He llegado a un punto sin retorno, de momento. Creo que es hora de tomar un tren que me lleve por otros derroteros. La falta de ilusión es uno de los motivos por los que digo adiós a estos blogs que me han acompañado en estos años. Y no es por la gente que me lee, soy yo. He compartido historias de mi infancia, de mi juventud, de mi madurez; pero ahora sólo podría compartir pesares, confusiones… Y no es mi deseo hacerlo.
He de dar las gracias a todos los que habéis pasado por estas páginas, a mis seguidores fieles (pocos, pero entrañables). Necesito alejarme de estos lugares, de la red, de las personas que he conocido por aquí; amistades virtuales que me han acompañado en muchos momentos, que han sido apoyo, refugio y aliento.
En estos momentos de revés, necesito a las personas reales que tengo conmigo; las que puedo tocar y besar, en las que palpo su hombro y huelo su aroma. Las que ríen delante de mí y lloran conmigo. Siento que si sigo aquí, no podré enderezar mi vida. Soy demasiado ilusa, me faltan los pies en la tierra. Aquí se sueña y necesito estar despierta. Aquí se vive sin límite, sin distancia, sin barreras; cuando realmente mi vida está llena de eso. Debo romperlas de verdad, notando su “crack” en mis manos, clavándome astillas si así ocurriera, sentir que realmente estoy despierta.
Ha llegado el momento de tomar ese tren, de partir lejos, de seguir mirando las estrellas en mis noches de desvelo, de ponerme bajo la lluvia para sentir sus besos… Algún día, cuando sienta que ya he cumplido con mi meta, volveré para contar mis aventuras de este tiempo. Dejaré unos días más sin cerrar los blogs, para que podáis leer mi despedida y mi agradecimiento eterno a todos; gentes de la red, de muchas partes de este mundo, que han compartido conmigo un ratito de lectura. Quizá podamos cruzarnos en una calle, en una playa, en un vagón de tren y no sepamos que nos hemos conocido por aquí. Tal vez, sintamos un chispazo inexplicable que hará que nos miremos con extrañeza. Acordaos de mí, os estaré mandando un gran abrazo desde mi estrella… Y siempre os acompañaré. Un beso a todos, suerte en la vida… Y nunca dejéis de mirar las estrellas.


http://www.youtube.com/watch?v=ZXgXDz6YBOs

miércoles, 9 de junio de 2010

La espera.


Me gustaría salir a tu encuentro, pero no sé si vas a llegar, ni siquiera la hora, el día, el mes, el año... Sé que estás cerca, porque me llega un intenso aroma a amor, a vida, a futuro. Sin embargo, cuando el atardecer asoma su cara y no apareces, siento que el destino está jugando conmigo, con los dos… Entonces, me derrumbo; me acurruco en la cama, abrazada a la almohada, pensando y queriendo sentir que eres tú. Mi perro me mira intuyendo mi tristeza e intenta lamerme.
“Y es que no hay nada más dulce que el roce de tu piel”… Con tu olor, con tu calor, con tu sabor, con tu abrazo compartido. No siento rubor desnuda ante ti, todo fluye de manera natural, siguiendo el instinto de los cuerpos. Como si no nos viera nadie. Porque cuando nadie me ve, me sumerjo en tu recuerdo, en tu regreso. En las risas, las manos entrelazadas, los besos; volviendo a la adolescencia. Y bailo… Si, bailo para expresar mi felicidad, para tenerte en los brazos girando.
Corro por las calles, buscando alguien que se parezca a ti. Termino cansada, pero sé que te voy a volver a ver. ¿Cuánto falta para tu llegada? ¿Horas, minutos, segundos? No queda mucho tiempo, la vida no se detiene. Por eso, quiero que te quedes cuando llegues, que no te vayas nunca. “Abrázame”, te digo.
Y empiezo a enviar corazones a las estrellas desde mi terraza, como en esa tradición china de los farolillos encendidos, pretendiendo que con su luz sientas lo cerca que estoy de ti. Y cuando llueve, las gotas de lluvia son besos salidos de tu boca, mandados para decirme que te espere. Abro los brazos y la recibo, mojándome toda, llenándome, empapándome de tanto amor.
Y si yo fuera una princesa, estaría viviendo en un reino de fantasía, con cama de dosel y transparente gasa. Rodeada de tesoros, en un bello castillo de arena forjado en los sueños más profundos. Demasiado trono para un alma como la mía. No creo que fuera feliz, no dudaría que estoy soñando. Sería una contradicción en mi vida, o al menos, en lo que ha sido hasta ahora.
Así que sigo asomándome al balcón, oliendo el aroma que sé que me trae el viento, preludio de tu llegada. Porque no importa la tristeza, ni las noches sin ti; lo importante es saber que existes, en alguna parte de este Universo… (“Cosas del amor, cosas de la vida”)

jueves, 11 de marzo de 2010

La vida...


Decía Shakespeare que “la vida es cuento narrado por un idiota…” Por vuestros comentarios entiendo que no os gusta mi forma de reflejar la vida, mi vida en estos momentos; la vida que he tenido en estos últimos años (que parecen siglos). Lamento si con mis post os he afectado de alguna manera. Creo que es momento de tomarme un descanso. No es bueno plasmar solamente la tristeza que tengo acumulada, ni las adversidades que estoy padeciendo.
Debería de mirar la vida con optimismo y lo intento, no creáis; pero cada paso que doy se convierte en una piedra más, en otro tropezón. Es hora de tomarme un descanso, de esperar la primavera, de recoger fuerzas, de renovarme. No sé si serán unos días, semanas… No importa. Sólo quiero que dejéis de ver la cara oscura, la que entristece a los que me leen, la que preocupa; porque yo era una Mujer Azul que reía… y mucho.

A todos, gracias.

lunes, 8 de marzo de 2010

Día de la Mujer.


Ya está finalizando el Día Internacional de la Mujer – Trabajadora… Y añado trabajadora con ánimo de matizar lo que creo que es lo que se festeja en verdad: los logros de la mujer en el ámbito laboral. Lo demás, poco ha cambiado.
Me he levantado, pero nadie me había preparado el desayuno. No me he “puesto en marcha” rápidamente porque llevo unos días regular. He tenido que preparar la comida como todos los días, nadie se ofreció a hacerla por mí. He limpiado las jaulas de mis pájaros, y encima a uno de ellos le ha dado un “patatús estresante”, de forma que me lo “he cargado” sin pretenderlo. No he podido reanimarlo… He quitado la mesa con tan buena suerte que he mandado un vaso a tomar por… He tenido que barrer hasta el último de los cristales para evitar que mis perros se hicieran daño. Así que he decidido darme una ducha…
Luego me he sentado en la mesa camilla para ociar, porque reconozco que poco podía celebrar hoy. Subsisto con la ayuda de los famosos 426’- euros que “generosamente” me da el Estado. Mi último trabajo ha sido cuidar durante 6 horas a una niña, mientras sus padres se iban de cena con los amigos, con lo que conseguí una ayuda extra para mi economía. Hace siglos que no voy al cine, ni a la peluquería (mi hijo experimenta conmigo); no recuerdo como es la cabina de una esteticista, tampoco cuando compré mi última prenda de marca. Hace años que no he comprado una joya, aunque sea mínima; he olvidado lo que se siente al recibir un ramo de flores, una carta de un enamorado anónimo…
La verdad, no tenía mucho que celebrar hoy… No tengo trabajo y pocas esperanzas de tenerlo en unos meses. Así que poco me importa la celebración de este día. En estos momentos soy ama de casa y, muchos días, no puedo ni terminar mis tareas. Mi meta es encontrar un trabajo, poder mantener a mis hijos, poder irme a mi casa (mi verdadera casa); que se tuviera en cuenta que a pesar de mi edad y de mi fibromialgia puedo ser útil, que sigo teniendo sueños por cumplir, que sigo siendo una Mujer, trabaje o no.

viernes, 26 de febrero de 2010

Otro sueño.


Voy pisando despacio la arena de esta playa. Se meten sus granos en mis dedos, masajeando de forma que me sube por las piernas un manantial de sensaciones.
Me detengo junto a la orilla y dejo que me acaricie el agua salada. Toda mi piel se eriza… Cierro los ojos, inspiro, me lleno de ese aroma que tanta paz me trae. Miro a lo lejos… No veo el final de ese horizonte, pero es azul. Justo el azul que estaba buscando.
Me arrodillo en la arena, me dejo envolver por una pequeña ola. ¡Qué abrazo! Mi pecho reacciona, la brisa juega con mi pelo… Y cierro de nuevo los ojos. ¡He soñado tantas veces este momento!
Soy una niña más en la playa, varios niños están jugando en la arena, corriendo o haciendo castillos. Castillos en los que yo soy una princesa atrapada por un malvado dragón. Una mano toca mi hombro y me dice: - “¿Juegas?”.
He soñado tantas veces estar en esta playa, que ya no dudo más y… Tomo esa mano para correr a su lado, para reír sin parar, para mojarme con ese mar azul, para que sus olas derriben el castillo, para que la princesa sea libre, para fundirme con él...
Y despierto libre, tomada de la mano de un niño desconocido; riendo… Y nunca he sido tan feliz.

miércoles, 24 de febrero de 2010

Ocaso.


¿Será mi mano capaz de describir la línea de tu cuerpo cuando me amas?, ¿el ritmo tuyo y mío?, ¿el vibrar de tu alma y de la mía?... Podré hacerlo. Sí, es seguro que te quiero y que me amas. Lo sé. Entonces, ¿por qué tiemblo si me abrazas en la noche, cuando juegas con mi cuerpo en tu cama?
Se quiebran los gemidos de los dos en el aire y surge la lluvia de la nada. Te abrazo, me abrazas; te amo, me amas; te beso, me besas… y llega la calma. Me sumerjo bajo el peso de tu cuerpo cada vez que decides regresar. Quiero sentirte dentro, llenarme de ti en cada acto pero, amor… es imposible.
Mi mano no ha sabido describirte, el ritmo de los dos ha decaído, mi cuerpo ha dejado de temblar y yo, amor, no puedo amarte.



(He recuperado este pequeño fragmento de entre mis recuerdos. Lo escribí en 1978)

miércoles, 27 de enero de 2010

Diferentes...


¿Es malo ser diferente? ¿Comportarse diferente? ¿Sentir diferente? Si, es malo porque la sociedad te aparta, te niega, se burla, te veta o te teme. He visto un documental sobre una joven que se ve abocada a un punto en que la vida ya no importa, empujada por sus propios compañeros de clase. ¿Qué nos hace apartar a los “diferentes”?
Esta situación se da en los colegios, en el trabajo, en los chats y, peor aún, en las familias. “O estás con nosotros, o contra nosotros”… Ese sería el resumen de estas situaciones. En mi infancia me sentía diferente por llamarme María, recién llegada a un pueblo con abundantes nombres compuestos. Eres diferente si te ponen ortodoncia, gafas, aparatos ortopédicos, etc. Cosas que son puntuales para nuestra salud, pero que el resto ven como imperfecciones (léase el cuento “El patito feo”). Ser de diferente color, gordo, serio, triste, bajo, feo… La fisionomía es importante, seguida de la ropa, el nivel de vida, la apariencia. ¡Cuánto más si sientes o piensas distinto!
Mi hijo provoca que las personas se cambien de acera, simplemente por llevar el cabello largo y vestir de manera especial. Se le teme… Ir al colegio y no llevar ropa interior de marca, supuso un reproche de mi hijo menor hacia mí, porque se burlaban de él: -“Mamá, ¿por qué no me compras ropa de marca?”… Sólo pude responderle que mi economía no me lo permitía, dejando la duda en su cabeza de si “éramos pobres”.
No compro coca cola, ni galletas, ni leche, ni nada de marca… No puedo. Te dicen: -“Claro, es normal, aunque haces muy bien dada tu situación”; pero me queda la sensación de que me miran de reojo, por lo que prefiero no pensar en lo que opinan. Posiblemente peque de suspicacia.
He llegado a un punto en que tampoco me hace feliz integrarme en una sociedad que rechaza lo diferente. La consecuencia es mi “apartheid” voluntario. Siempre he intentado inculcar a mis hijos que nadie debe burlarse, apartar o negar a las personas que son diferentes. Que uno no debe pertenecer a un “club” que aísla a la gente por sus ropas, sus pensamientos o su economía. Que hay que ayudar y comprender. Aprender de todo lo que nos rodea. Ser humano hasta donde yo he podido aprender (sé que aún me queda mucho más)
Siempre me he sentido diferente, aún intento averiguar por qué. Tal vez, mi espejo este roto y vea una distorsión de la imagen que en él se refleja. Puedo estar equivocada, totalmente equivocada… Pero siempre intento que los de mi alrededor no se sientan diferentes, sino especiales… Porque amo al ser humano, la vida, la diferencia, la igualdad, la cercanía, la distancia y lo perfecto; porque no hay nada imperfecto en el mundo. Lo es desde el principio de la vida… Excepto nosotros y nuestras miradas.

lunes, 4 de enero de 2010

Dos miradas.


He empezado el año mirando atrás. He dibujado en el aire todas las miradas que he podido recordar, mirando al infinito para colocarlas en un muro y sentarme a observarlas. Y han empezado a aparecer, como en una película, las imágenes de esas miradas…
Mis ojos mirando los conejos del corral, en mi mano un pedazo de pan duro que iba rompiendo para echarles las migajas a través de la tela metálica. Tendría tres años, pero era algo que hacía cada día. Buscar la compañía de los animales y observarles. Dejarme rodear por sus cacareos, saltos, ladridos…
He visto mis ojos asustados ante la inundación de mi primera casa en Enguera; la desesperación de mi madre al despertarme, en la madrugada, para pedirme que sujetara un cubo porque una gotera enorme caía sobre mi cama. El agua llegaba hasta el colchón.
Las miradas de los compañeros de escuela, la de reprobación de los profesores, la de la regla golpeando las manos, los ojos enojados de mis padres ante mis travesuras, la cansada y tierna mirada de mi abuela al acostarme, los primeros ojos que hicieron revolotear mariposas en mi estómago y me hicieron sonrojar, las de deseo, envidia, miedo, felicidad, sorpresa; incluso las de los que dejaron de mirar para irse a otro lugar, otro universo (si es que existe); miradas llenando mi vida.
Las miradas de mis hijos al nacer, tan diferentes a las de ahora. Miradas perdidas, miradas de odio, de amor, de silencio, de llanto, de risas, de dolor, de paz… ¡Tantas a lo largo de estos años! Siempre dos miradas. La mía y la de la persona, cosa, animal o sentimiento que he tenido enfrente.
He subido a la terraza, para que mis perros corrieran e hicieran sus necesidades. Se ha puesto a llover y he vuelto a mirar. He mirado al cielo, a las nubes grises que cubrían el inmenso azul. La niebla rozaba el campanario de mi pueblo… Y he mirado como caía la lluvia en mi rostro, como mojaban mi cara las gotas heladas; erizando mi piel. He abierto los brazos para recibirlas, he cerrado los ojos para dejar de mirar; para sentir que, allí arriba, alguien me estaba mirando también. Y por un momento, éramos dos miradas en silencio, disfrutando como niños, gozando de la frescura, de los sueños, del abrazo único e inimitable que produce la lluvia al tocar la piel.
Mis perros me han reclamado, obligándome a despertar. Un tanto mojada, he vuelto a la casa, a poner la mesa y la comida a mis hijos. Les he mirado, pero están tan inmersos en sus vidas que sus ojos apenas se han cruzado con los míos. Sólo mis perros me han mirado fijamente para decirme con “sus miradas” que ellos también querían comer.

sábado, 2 de enero de 2010

La venganza.



Aquel día se presentaba, como tantos otros, con muchas probabilidades de que la luz fallara en cualquier momento. La tormenta iba arreciando por momentos. Truenos y relámpagos que, unidos a la lluvia, nos habían acostumbrado a este suceso. La línea eléctrica quedaba suspendida por horas, algo que sucedía mucho en el pueblo.
Siempre me ha dado mucha pereza el acostarme, por eso me hacía la remolona sentada al lado de la chimenea. Mis hermanos ya se habían ido a dormir, los tres mayores tenían que trabajar al día siguiente; aunque no recuerdo por qué se fue a la cama también el cuarto. Supongo que sería parte de lo que ocurrió aquella noche. Si no me falla la memoria yo tenía unos ocho años.
Definitivamente, la luz se fue. Mi madre y yo encendimos los candiles y velas que teníamos a mano. Me gustaba el olor del cirio encendido y de los aceites que alumbraban con algo que yo consideraba muy antiguo, sobre todo por la forma y el leve oxido que tenían aquellos artilugios. Dada la hora y el tiempo que hacía, me ordenaron irme a la cama, mientras yo rogaba que me dejaran un ratito más. En estas, se oyó la voz de mis hermanos que reclamaban les llevaran una jarra de agua porque tenían sed. “Anda, llévales una jarra a tus hermanos, María”.- ordenó mi madre. Yo protesté (cómo siempre), diciendo que “bien podían levantarse, que eran unos gandules y que parecía una criada”. Insistieron, así que no tuve más remedio que obedecer.
Cogí la jarra en una mano y, en la otra, una vela para alumbrarme. La casa era grande y ellos dormían en la parte delantera. Cuando llegué a la puerta del dormitorio, empujé suavemente para no tirar el agua. Como un terrible trueno me sonó la lluvia de cajas y zapatos que me cayó encima. Las habían colocado de forma que, al abrir, cayera como alud de nieve sobre mi cabeza. La jarra en el suelo, la vela apagada, mis hermanos muertos de la risa y yo rompiendo a llorar del susto que me habían dado. Mi madre acudió ante el estruendo, las risas y llanto mío. La verdad es que nos pasabamos el tiempo haciéndonos pelear unos a otros, pero casi siempre salía perdiendo yo. Al fin y al cabo, era la hermana pequeña. Cuatro chicos y yo, era un “toma y daca” diario.
Cuando me acosté, estaba llena de rabia y ansia de venganza. Así que me puse a maquinar la forma en “devolverles” lo que me habían hecho. Por suerte (o no), mi hermano Elías me había enseñado cantidad de cosas a su vuelta de la mili; entre ellas cómo hacer “la petaca” en la cama con una peseta. Dado que era yo la responsable de hacerlas cada día, vi el camino abierto para mis planes. Y así fue.
Hice las camas, no dije nada y, al llegar la noche, todos nos fuimos a dormir. Yo me reía por dentro pensando en la cara de ellos al no poder acostarse cómodamente. No calculé las consecuencias de aquello. Mis hermanos rompieron las sábanas al meter los pies. Avisaron a mi madre y se me fue la risa de golpe. Ni cuento los azotes que me dió y que todavía me duelen. Nunca más he vuelto a hacer “la petaca”. Ellos siguieron riendo durante un tiempo recordando mi “venganza”. Yo aprendí que vengarse no conduce a nada, ni te hace sentir mejor. Como mucho te satisface unas horas, pero termina doliéndote el trasero durante días.