Poemas y otras fantasías.

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domingo, 23 de agosto de 2009

Un secreto...


Hay letras, melodías, canciones de siempre, canciones que no se han inventado; que canalizan gran parte de mi vida. Escucharlas supone revivir recuerdos, abrazos, risas, llantos, manos, besos, bocas, momentos de vida y muerte…
Colocarme los auriculares y sentir, dejarme llevar, cantar en silencio… Muevo los pies sin darme cuenta, se eriza el vello, mi cuerpo se estremece… Toda yo.
Cuando me siento perdida, cuando creo que voy a estallar, cuando mis fuerzas no pueden más, cuando duele el cuerpo y el alma; entonces busco esa música y me inyecto una buena dosis… Respiro hondo, abro los brazos, giro, giro y giro… La danza de los malditos está en mi sangre; pero me siento plena. Es un orgasmo de vida, de renacer una y otra vez (¡tantas veces experimentado!)… Después dejo que el agua recorra mi cuerpo, me dejo llevar por esas caricias que limpian el alma con tanta delicadeza… Secar la piel, alimentarla, sacudir el cabello… Y mirarme al espejo.Soy otra, me sonrío, me miro desnuda… Soy yo, brillando, dispuesta a empezar de nuevo… La música sigue sonando, cantándome al oído, en un susurro cómplice: “Agárrate fuerte a mi, María…”

lunes, 17 de agosto de 2009

Vacaciones...


Sé que el verano existe, las distintas formas de disfrutarlo, los colores, los olores, las vivencias…Pero nunca he llegado a vivirlo plenamente. Durante mi infancia, mi madre pensó que el verano era la mejor época para aprender las cosas que “debe” saber una futura esposa, madre y ama de casa. Nada de ir a la piscina municipal, respetar la hora de la siesta; “pero si no la duermes aprovecha para bordar”… (Con lo que me sudaban las manos).
Así se siguió hasta la adolescencia. Se podía salir los fines de semana, en las tardes, al paseo, al cine, a bailar…Nunca salimos la familia de vacaciones, excepto aquellas dos veces que fui al pueblo.
Durante mi noviazgo fue cuando vi el mar por vez primera, pero pocas cosas habían cambiado. Algunas salidas a la sierra a pasar el día, las mismas normas en casa… Cuando me casé, pude volver al mar por unos días, pero lo disfrute poco porque me enfermé. Los años siguientes seguimos saliendo a la sierra, disfrutaba de aquellos días completos en la naturaleza; pero seguía añorando unas vacaciones. Mi ex y yo nunca nos poníamos de acuerdo en la forma, tiempo, y tantos etcéteras.… Prácticamente no las tuvimos…Algunos días sueltos (y siempre de vuelta a casa a dormir). Luego con los hijos fue más difícil. Se nos pasaba el verano entre el trabajo y las salidas al campo ocasionales.
Las únicas vacaciones que pude disfrutar se truncaron por el accidente de mi hijo pequeño unos días antes… Pero no me hacían ilusión. No eran mis vacaciones, eran las de otras personas.
Yo soñaba con unas vacaciones con mis hijos, con la familia que había formado; en un hotel, todo incluido, cerca del mar, sin prisas… Tiempo después dejamos de ser lo que se dice una familia.
Ahora son los chavales los que disfrutan de las vacaciones, mientras yo me he dedicado estos últimos veranos a trabajar. Actualmente no tengo empleo y es cuando más he deseado esas vacaciones. La llegada al hotel, ver el mar desde la habitación… En fin, disfrutar de las cosas que supongo se hacen en un sitio así. Me imagino a los empleados mirándome como diciendo “esta es novata en esto”, pero no me importaría… ¡Habría logrado tener vacaciones!
Porque a nadie le amargan los mimos de tenerlo todo hecho: la cama, la comida, un masaje, una mirada libidinosa al “vigilante de la playa de turno” y ¿por qué no?... Un romance de verano, como en la adolescencia… Cuando venían los chicos de la capital (y las chicas, grrrr…), y competíamos a ver quién ligaba con el más guapo. Lamentablemente, nunca fue mi caso… No tuve bonitas historias de verano, ni morenos de piel favorecedores… Eso si, la mayoría de las veces no me libraba de las temibles picaduras de avispa, a las que tengo verdadera aversión.