Poemas y otras fantasías.

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miércoles, 9 de junio de 2010

La espera.


Me gustaría salir a tu encuentro, pero no sé si vas a llegar, ni siquiera la hora, el día, el mes, el año... Sé que estás cerca, porque me llega un intenso aroma a amor, a vida, a futuro. Sin embargo, cuando el atardecer asoma su cara y no apareces, siento que el destino está jugando conmigo, con los dos… Entonces, me derrumbo; me acurruco en la cama, abrazada a la almohada, pensando y queriendo sentir que eres tú. Mi perro me mira intuyendo mi tristeza e intenta lamerme.
“Y es que no hay nada más dulce que el roce de tu piel”… Con tu olor, con tu calor, con tu sabor, con tu abrazo compartido. No siento rubor desnuda ante ti, todo fluye de manera natural, siguiendo el instinto de los cuerpos. Como si no nos viera nadie. Porque cuando nadie me ve, me sumerjo en tu recuerdo, en tu regreso. En las risas, las manos entrelazadas, los besos; volviendo a la adolescencia. Y bailo… Si, bailo para expresar mi felicidad, para tenerte en los brazos girando.
Corro por las calles, buscando alguien que se parezca a ti. Termino cansada, pero sé que te voy a volver a ver. ¿Cuánto falta para tu llegada? ¿Horas, minutos, segundos? No queda mucho tiempo, la vida no se detiene. Por eso, quiero que te quedes cuando llegues, que no te vayas nunca. “Abrázame”, te digo.
Y empiezo a enviar corazones a las estrellas desde mi terraza, como en esa tradición china de los farolillos encendidos, pretendiendo que con su luz sientas lo cerca que estoy de ti. Y cuando llueve, las gotas de lluvia son besos salidos de tu boca, mandados para decirme que te espere. Abro los brazos y la recibo, mojándome toda, llenándome, empapándome de tanto amor.
Y si yo fuera una princesa, estaría viviendo en un reino de fantasía, con cama de dosel y transparente gasa. Rodeada de tesoros, en un bello castillo de arena forjado en los sueños más profundos. Demasiado trono para un alma como la mía. No creo que fuera feliz, no dudaría que estoy soñando. Sería una contradicción en mi vida, o al menos, en lo que ha sido hasta ahora.
Así que sigo asomándome al balcón, oliendo el aroma que sé que me trae el viento, preludio de tu llegada. Porque no importa la tristeza, ni las noches sin ti; lo importante es saber que existes, en alguna parte de este Universo… (“Cosas del amor, cosas de la vida”)