Poemas y otras fantasías.

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domingo, 19 de abril de 2009

El baile.



Aquel año mis padres me dejaron en el pueblo. Había estado en una ocasión anterior, pero cuando regresaron a por mi me escondí, no quería volver. No importan ahora las razones que me llevaron a ocultarme, las recuerdo vagamente; así que decidieron que visto el desprecio que hice (nunca se supera que tu hijo te rehúya), en adelante mis estancias serían más breves y controladas.
Cierto es que era una niña y que la libertad que me dieron mis tíos y primos, los mimos, las aventuras y el entorno, me cautivaron. Íbamos a por agua a la fuente, cargadas con los cántaros y botijos. Jugábamos la mayor parte del tiempo, dedicando un rato al aprendizaje de la costura en la tarde para, después de la cena, embobarnos con los cuentos que narraban a la luz de la luna los mayores. Acabábamos rendidos en la cama. Mi “tira y afloja” con mi primo Román, al que le habían regalado una gorra que no se quitaba ni para dormir. Mil veces le pedí que me la dejara y se negó; hasta que conseguí arrebatársela de un zarpazo y salí corriendo calle abajo, como si en ello me llevara la vida… Terminó alcanzándome y dándome una “regañina” que no le perdone en todo el día.
Esta vez era diferente. Habían pasado unos años y me había convertido en una preadolescente de abundante melena. Era la mujercita que venía de otra provincia, la “señoritinga” de faldita corta y blanca, que hablaba un castellano pulido, muy distinto al que habían aprendido sus antepasados. No fue menos agradable que la vez anterior, pero si más protocolario. Se supone que había aprendido modales, que ya no podía callejear como antes, ni pelear como un chico con mis primos.
El pueblo estaba en fiestas. En unos días habría baile. Me hizo una gran ilusión, pero no me libre de las normas y advertencias que mi tía me dio para la ocasión; al tiempo que animaba a mi primo (el de la gorra) a ir al baile y “echarse” novia, que ya estaba en edad. “No puedes bailar con los muchachos, no está bien visto si no es tu novio o está en camino de ello. Si lo haces, mantén las distancias con los codos, como ya sabes… Y nada de dejarse sobar, …” Y un sinfín de etcéteras que ya olvidé.
En aquel baile me salté las normas: bailé con chicos y charlé con ellos; no entendía como podían bailar chicos con chicos y chicas con chicas. En mi pueblo, eso ya no se hacía. Me costó un reproche al día siguiente, cuando le fueron con “el cuento” a mi tía. Por su parte, mi primo, en su deseo de conformar a su madre; bailó y mucho. Después de reñirme a mi le preguntó: “Hijo, y tú ¿bailaste anoche?”.- A lo que él respondió: “¡Claro que sí, madre, toda la noche!”. “¡Uyss, qué bien!, y ¿con quién, hijo mío?”.- preguntaba la mujer con la ilusión de casar al primogénito de la casa. A lo que mi primo contesto: “Con Darío, madre”. Lo último que recuerdo de aquello es la zapatilla de mi tía surcando el aire…

2 comentarios:

Manu dijo...

he de de confesar que me encanta como le has puesto color al blanco y negro. Un placer leerte.

Miguel Angel dijo...

Hola María, gracias por tus comentarios.
El blog me ha traído muchos recuerdos...gracias de nuevo.