Poemas y otras fantasías.

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domingo, 22 de marzo de 2009

He podado el jazminero... Ahora comeré manzanas.



Los fines de semana me dedico a hacer ejercicios de memoria, también de recuerdos. No sé qué es peor…o mejor. Los de memoria son geniales, si salen bien, es positivo. Sin embargo, si son de recuerdos, el balance es negativo. Me concentro demasiado en situaciones que no fueron agradables. Es como hacer sumas o crucigramas para ejercitar la memoria. Terminarlos es una victoria, pero en la vida no siempre acabamos las cosas. Creo que tengo que aprender a cerrar las ventanas a los malos recuerdos, y a abrirlas de par en par a los buenos. No me refiero a saldar deudas con el pasado, pero si a aprovechar al máximo cada momento vivido.
Mi chica Ana me decía que todavía me quedan vidas por vivir, que no he terminado de formarme…Es otra alma sensible en este mundo. Ella dice que no nos queda nada para alcanzar la cumbre, que está ahí, a la vuelta de la esquina. Ambas tenemos ganas de salir de este círculo vicioso que nos ha envuelto de distinta manera a las dos, sólo que ella es más creyente que yo.
Echando la vista atrás, me consuela la visión de mi abuela peinando su “jareta”. Su paciencia sin limites, sus dedos agarrotados por la artrosis, pero trabajando aquella débil melena que le llegaba a la cintura…Me encantaba contemplarla. En medio de su ceguera, cada mañana aparecía en el salón perfectamente peinada y oliendo a agua de colonia. Daba la sensación de haber cumplido con un deber que sólo ella conocía. Desconozco si su mirada perdida era por las cataratas que padecía, o por una mera resignación a una dura vida. Solía ser silenciosa hasta en el caminar.
Mi abuelo, sordo desde su juventud, siempre tenía un instante para tararear una canción. Me decía: -“Pon la radio y bailamos una “pieza”…” Y allí nos encontrábamos los dos, agarrados, girando; mientras le aclaraba si la “pieza” era un tango, pasodoble, etc. En su fuero interno, imagino que recordaría la música, porque bailaba sin perder un paso. Solía aislarse sin que nos diéramos cuenta, porque para charlar con él había que alzar la voz y, aunque al principio lo lográbamos, terminábamos hablando como de costumbre; forzándole a esa situación.
Nunca les vi decaer o rendirse, seguían haciendo las mismas cosas cada día; mientras yo protestaba en mi lucha preadolescente por todas las cosas. No quiero volver a juzgarme a mi misma nunca más.
Hoy he podado el jazminero, mañana echaré un poco de abono…Quiero tener una buena cosecha de manzanas con olor a jazmín. Quiero ser la mariquita que libra de parásitos mi planta (que soy yo). Quiero ver las flores abrirse en la noche y llenar de aromas mi balcón. Quiero que el rocío me bañe en cada amanecer. Posiblemente no tendré manzanas, ni jazmines…Pero no tendré dudas de que lo intenté.

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