Poemas y otras fantasías.

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martes, 8 de julio de 2008

Actitudes


En cierta ocasión, hace muchos años, me encontraba en casa con mi madre, mi hijo pequeño y mi gata...Pasábamos la tarde tranquilamente, charlando, jugando con el crío, aprendiendo cosas...Echo de menos aquellas tardes con mi madre, fue una época maravillosa, nuestro entendimiento había llegado al punto de "madre-hija" que tanto tiempo había soñado. No peleas, no malos entendidos, ayuda mutua, comprensión...
Mi etapa de adolescente con ella fue un pequeño tormento mutuo...La educación, mi rebeldía, la forma diferente de ver la vida que teníamos nos separaba...Por otro lado, el distanciamiento con mi padre era insalvable. Crecí tan alejada de él (no físicamente), que tardé muchos años en poder comprenderle y él a mi...Sólo nos mantenía el respeto, el hecho de la paternidad, el lazo familiar, podríamos decir. Me costó mucho perdonarle su negativa a dejarme estudiar, como yo quería. Ese decir "para que lo necesitas, si luego te casaras...Lo que debes hacer es aprender a coser, cocinar y llevar tu casa". Esa era su visión de mi, como mujer...Un futuro que deber haber estudiado hoy sería distinto al que tengo...Y aunque he conseguido un cierto grado de autoestima (bajo, pero ahí está), mi meta fue siempre demostrarle que podía conseguir cosas sin su ayuda. En fin...Cosas de familia, historias que creo que todos hemos padecido.
Aquella tarde mi hijo estaba muy entretenido jugando con la gata, la hacía pelear, le tiraba papelitos para que saltara y, en un momento dado, le dio un tirón de pelo que la levanto del suelo...Obviamente la gata se defendió de aquel gesto propinándole un arañazo (leve, todo hay que decirlo), a modo de advertencia, en la cara. Abrace a mi hijo en su llanto asustado, mientras mi madre ponía el grito en el cielo por el ataque de la gata...De pronto, me dijo que "yo quería más a mis animales que a mis hijos, por permitir que la gata arañara al niño y no haber hecho nada para evitarlo"...No pude más... Y le grité que "eso no era cierto, que no volviera a decir jamás que yo era así...Que el niño tenía que aprender que a la gata no se le tiraba del pelo, y que lo que había ocurrido era una parte más del aprendizaje del niño". Ahí se zanjó todo, mi madre no volvió más a decir eso, ni a interferir en mi forma de educar a mis hijos en su relación con los animales. De hecho, los chicos son perfectamente conscientes del respeto que se les debe, y son cariñosos con ellos. Amo a mis animales, pero no por ello amo menos a mis hijos, ni a las personas de mi entorno...Es cierto que si he de posponer algo por mis bichos lo hago, pero también soy consciente de los deberes que tengo para con los demás. Un arañazo no podía ser la causa de una pelea o distanciamiento entre nosotras, ni una forma de hacer ver que mi postura como madre no era la adecuada.
No sé si mi madre entendió mi actitud, pero si sé que entiende (desde dónde esté), que no soy aquella niña que ella crió... Que la vida me ha hecho cambiar, para bien o para mal...Que puedo seguir cambiando, y que a pesar de las cosas que, en su momento, no nos dijimos...La amo y la echo de menos.

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