Poemas y otras fantasías.

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domingo, 29 de junio de 2008

Y tú...¿cómo te llamas?


Atrás dejábamos la casa forestal en la que habíamos vivido los últimos años, para mí los primeros. El camión iba cargado de muebles, sacos con ropa, cesta de comida, y en sillas, en lo posible sujetas a alguna parte, íbamos sentados. Mi padre iba delante con el conductor, mi madre asomada a la parte de atrás (pobrecita...toda su vida se mareó), uno de mis hermanos iba tumbado en mesa del comedor, y el resto junto con mi abuela sentados en las sillas. Habíamos iniciado un viaje a un nuevo destino...Era el primero para mí, aunque alguno de mis hermanos ya había hecho esto en tres ocasiones más. En algún momento tuve esa sensación de mareo y casi vomité...Mi madre me puso a su lado, pero la visión de la carretera alejándose era vertiginosa, así que opté por volver a sentarme junto a mi abuela. Mi abuelo era sordo, permanecía callado en un rincón de la parte trasera de aquel camión...Nunca fue de muchas palabras, su sordera le alejaba del mundanal ruido (nunca mejor dicho). Cuando llegamos al puerto, el mareo se hizo casi general... Mejor ahorro los detalles.
De pronto, mi padre gritó desde la cabina: "¡Ya estamos llegando...!" Rápidamente nos asomamos todos a la trasera del camión y empezamos a ver una larga recta, llena de enormes árboles a los lados (años después los talarían todos)...La recta del Río, según supe después. Estábamos llegando al pueblo, a nuestro destino, al lugar del que no he vuelto a salir...
Tras subir una empinada cuesta, llegamos a una calle no muy estrecha, llena de casas altas y blancas...Era la calle Santo Tomás...Allí íbamos a vivir, en el número 28. Mientras descargaban el camión, mi madre, en vista de mi palidez, dijo que me quedara sentada en la acera; y así lo hice...Al momento, un grupo de niños se acercó a ver que ocurría. Hablaban cuchicheando entre ellos, hasta que una de las niñas se acercó y me dijo: "¿Cómo te llamas?"..."María", respondí. Y volvió a insistir: "Pero... ¿María qué?"; contesté que sólo María...Entonces ellos, mirándome como a un bicho raro me increparon: "Pues vaya nombre más feo!..." Para, a continuación, alejarse jugando con la pelota y riendo a carcajadas.
Días después pude saber que en el pueblo, casi todas las niñas se llamaban María y algo más. Pasé años pensando que por qué no me habían puesto Mª Teresa, Mª Isabel, Mª Amparo...
Con el tiempo aprendí que llamarse María era genial...Que apenas habían nombres cómo el mío...Nadie me confundía...Era yo. Al cabo de los años, hubo un "boom" de Marías en el pueblo. Ahora hay tantas, que cuando alguien grita en la calle mi nombre, nos volvemos más de una...

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