
Poemas y otras fantasías.
viernes, 23 de diciembre de 2011
¡Feliz Navidad y Prospero 2012!

jueves, 27 de octubre de 2011
La vida...

sábado, 2 de julio de 2011
La parada.

Si la vida fuera un instante, sería una parada.
Qué más da de tren, de autobús, de paso...
Me veo sentada en un banco, viendo la gente pasar,
con las prisas, la charla, las risas,
los llantos de despedida...
Hay vidas que son paradas, miradas, ausencias...
Hay vidas que no se viven.
Hay vidas que no se paran.
Hay vidas que nunca llegan.
Vidas que no se saben vivir, por eso pasan de largo...
No hay parada, no hay descanso, no hay vida...
Hay vidas que están lejos de la propia vida.
(2007)
martes, 28 de junio de 2011
Recuerdos II...

Ella vivía en un castillo de arena, rodeada de sueños. Sueños que hacía o deshacía a su antojo...Unos con grandes almenas...Otros a ras de suelo. Ella vivía en un castillo de arena. Temía la lluvia porque deshacía todo lo construido durante días, aunque siempre la deseaba porque era la única forma de limpiar aquel castillo. Nunca le faltaron manos...Siempre tenía a alguien cerca para continuar su construcción. Hasta que un día soñó que era una sirena...Que igual podía estar bajo el profundo mar, que sentada en la arena...Pero las manos seguían trabajando en aquel castillo...Y ella, atrapada en él.
Los deseos y las necesidades van unidos...Yo deseo...Yo necesito...Pero a la hora de hacerlos realidad hay que separarlos. Es entonces cuando debemos saber discernir que es lo que más nos conviene...Si me preguntan diré: "no quiero dejar de soñar"...Pero ¿qué es lo que realmente necesito? Indudablemente, sentirme libre y vivir con ansias de vivir. Porque, a veces, cuando despierto de un sueño, no me importaría no haber despertado. (2008)
miércoles, 4 de mayo de 2011
Conclusión

Las mujeres solemos caer en las redes del amor fácilmente, y es evidente que salimos escaldadas y heridas. Y aunque a los hombres también les pasa, no suele ser tan habitual. Digo esto porque ser victima de engaños no es tan raro como creemos. Somos separadas, venimos de un desengaño o de una traición; todavía creemos en el amor. ¡Pobres ilusas!
He estado un tiempo guardando un bonito recuerdo que, finalmente, se ha desvanecido en una absoluta decepción. Era lógico que cayera del pedestal. Había un gran abismo, principalmente a nivel humano. Duro muy poco y siempre supe que no era viable, pero me gustaba recordarlo. Una sabe cuando un hombre siente algo por ella. Se nota en la piel. Y él no sentía nada por mí, lo pude constatar; pero soñar es gratis y ¿por qué no?... No le debo cuentas a nadie. Despertar y saber que todo ha terminado es sencillo, aunque te queda la esperanza de volverte a dormir y seguir disfrutando. Lo malo es caerse de la cama. Fijo que él que está a tu lado se ríe. Yo también lo haría.
Cualquier excusa es buena para “abandonar” a tu pareja: que tengo una enfermedad incurable y no quiero que sufras por mí, que lo nuestro no puede ser porque estamos lejos, que no estoy preparado para una relación así, que estoy harto de aguantarte, que tengo la “pitopaúsia” solo contigo. ¡Aisss, si habláramos de caídas!
Lo mejor de todo es mirarte al espejo después de todas estas cosas y decirte: ¡Genial, estoy guapísima!... Y sonreír ampliamente. Pensar que todo te ha servido para CRECER, para llenarte de experiencias, para limpiar tus ojos con esas lágrimas, para conocer a la gente y sus limitaciones… Porque hay gente limitada que no sabe vivir sin dañar, sin burla, sin engaño, creyéndose “grandes”; cuando la realidad es que el tiempo y ellos mismos se ponen a descubierto. Una pena.
Por cierto, no me duele todo lo vivido, al contrario; estoy orgullosa de haber aprendido mucho, sobre todo de mis errores. Cada mañana me levanto alegre, no tengo pereza para ir a mi trabajo, me siento plena, disfruto de la vida, de amores que valen la pena, de proyectos de futuro que están en mis manos… y de recuerdos, porque la mente humana se ha hecho para recordar. Falta saber si los recuerdos de algunas personas habrán valido la pena al final de sus días. Los míos, con todas sus consecuencias, estoy segura de que sí.
lunes, 2 de mayo de 2011
Ayer...

Contarte que ya he empezado a arreglar la casa, que en cuanto pueda me iré a vivir allí… Que pronto estaremos juntas, porque permaneces en ella, me has esperado. Hoy me duelen mucho las manos. Ayer estuve quitando ladrillos y me golpeé varias veces. Soy torpe. Así que terminé dolorida, magullada, pero satisfecha. Mis amigos me han reñido, porque saben que este esfuerzo me pasará factura. Y así ha sido.
En estos últimos meses mi vida ha dado muchas vueltas. Estoy intentando dejar un poco resuelta la vida de los chicos, antes de marcharme. Será un proyecto que tendrán que superar por ellos mismos, pero ya hemos dado los primeros pasos. Creo que va a ser una gran prueba para todos. Aún así espero que sean fuertes y maduren con él.
Por mi parte, decirte que he comprendido que no puedo seguir siendo confiada, permisiva y sumisa. He creído en la amistad, pero todo ha sido hipocresía. He confiado en las personas, pero se han vuelto crueles. Ha sido decepcionante. Nunca entenderé por qué han actuado así. Si es su forma de “ser humanos”, no quiero imaginar cuál será su cara irracional. La gente se cree con derecho a hacer daño porque sí, pensando que con eso actúan correctamente; cuando en realidad lo único que muestran es el lado oscuro de sus conciencias.
He decidido seguir caminando sola, aunque con ello me aísle de esta sociedad que nada me aporta. Sigo creyendo en la poca gente verdadera que me rodea, en las personas que tocan mis manos para aliviarme el dolor, a las que les reconforta unas palabras dichas con el corazón, a las que me hacen sonreír, a las que necesitan mi abrazo… Y en ti, madre, porque ayer me acorde de tu mirada.
jueves, 21 de abril de 2011
Tradiciones.

Nos habíamos traído la costumbre culinaria de nuestro amado pueblo Aliaguilla. Toda mi familia desciende de allí. Llegadas estas fechas, repetíamos año tras año los mismos pasos. Mi madre me levantaba temprano el día de Viernes Santo. Mi función era pelas las patatas que ella había puesto a cocer pata hacer “mazamorro”, plato parecido al ajoarriero. Recuerdo que el olor al pescado desalado y los huevos cocidos sobresalían por encima del café con leche del desayuno. Así que una vez terminado, me ponía a pelar las patatas, medio abrasándome los dedos y soplando para aliviar la quemazón. Mi madre, mi abuela y yo. Las tres en la cocina, cada una ocupándose de un ingrediente para una elaboración tan pesada. Me encantaba meter el dedo para ir probando aquel puré de patatas, ajos, bacalao y huevos. Solíamos hacerlo en un lebrillo, era más cómodo; dándole vueltas y vueltas con el mazo. Además, era la única comida que teníamos hasta el domingo, a modo de ayuno.
Mientras nos turnábamos en aquella tarea, mi madre preparaba los buñuelos de perol para el postre. Unas veces con azúcar, otras con miel. Y para cenar, el bacalao restante con tomate. Eran días de charlas, de convivencia, muy familiares. Nada de música, de bailes, hasta el Domingo de Pascua. Aunque no nos hacía falta. El ajetreo de las preparaciones, las historias y las antiguas costumbres nos mantenían ocupados. Mi abuela nos contaba cada paso de la Semana Santa, a modo de cuento. Jugábamos a cartas, hacíamos palomitas de maíz, y veíamos películas de toda la vida (eso cuando tuvimos la televisión)… La túnica sagrada, Ben-Hur, Barrabás, Los diez mandamientos, etc.
Nada queda de todo aquello. Únicamente “el mazamorro”, que se sigue preparando en casa de mi hermano Julio; a donde voy cada Viernes Santo a por una ración, para no olvidar… No ya la religión, ni la parafernalia en la que se desenvuelve la hipocresía de muchos en estas fechas; sino para volver a sentir que tenía una familia unida y acogedora. Unos días en los que compartíamos, mesa, comida, risas y algo de fe. Ahora soy una escéptica de la vida y de la gente, que duda de la lealtad y la franqueza de las personas, de sus palabras, de sus actos. Alguien que se ha comprado un escudo y una espada, más duros de los que usaba cuando era niña para pelear con mi hermano Fran: una tapa de caja de zapatos atada con una cuerda y una espada de madera con dos clavos, que yo misma me hacía.
sábado, 16 de abril de 2011
Dos puertas.
La gente es irrazonable, ilógica y egocéntrica.
De todas maneras, me gusta.
Si haces el bien, la gente te acusará de motivos ocultos interesados.
De todas maneras, haz el bien.
Si eres afortunado, ganarás falsos amigos y verdaderos enemigos.
De todas maneras, prospera.
El bien que hagas hoy será olvidado mañana.
De todas maneras, haz el bien.
Honestidad y franqueza te hacen vulnerable.
De todas maneras, se honesto y franco.
Lo que hayas construido durante años, puede que sea destruido en una noche.
De todas maneras, construye.
La gente necesita ayuda de verdad, pero te pueden atacar si los ayudas.
De todas maneras, ayúdalos.
Ofrece al mundo lo mejor que tienes y no te lo reconocerán.
Ofrece al mundo lo mejor que tienes, DE TODAS MANERAS.
Dedicado a una persona que me hizo sentir una princesa por unos días. Alguien que pensó que podíamos seguir siendo amigos, pero por distintos caminos. Alguien que hizo una llamada, y que respondí en cuanto pude… Pero ya no me conocía. Había olvidado mi voz, mi mensaje, mi mail.
El mundo tiene razones que no entiendo, pero no importa. Me he sentido como una niña ante dos puertas, llena de dudas, de incertidumbre, desconcertada. Y me ha dolido esa actitud. Me he revuelto como leona herida, llena de rabia; porque no quiero que nadie me haga daño, porque no entiendo el comportamiento del ser humano. Mi alma es más primitiva, más animal. Tal vez no tenga más inteligencia, pero mi cuerpo siente por cada poro.
He decidido dar media vuelta y alejarme de esas puertas. Por una de ellas fui a un lugar precioso, de cuento, con capitán incluido. Me sentí sirena fuera del agua. La otra es la que me ha dado en las narices, sin saber qué ha ocurrido tras ella. ¿Por qué?
Me alejo, si. Tarareando una bella canción, que es como yo…” Daniela, por dentro, está llena de puertas…Unas cerradas, otras abiertas…Daniela es del viento, un árbol, un libro… A veces no sabes si es ella o no es ella. Daniela no entiende de todo…” Y tiene razón.
martes, 5 de abril de 2011
Souvenirs.
miércoles, 9 de marzo de 2011
He lanzado mi vida al viento.

He escuchado una frase que dice: “Has lanzado tu destino al viento”… Me hace pensar. El destino ¿está marcado o lo decidimos? Muchas cosas de las que me han pasado no las quise, pero llegaron a mi vida. Tal vez, no supe rechazarlas o evitarlas. Sucedieron. ¿Puede un niño saber si lo que le va a acontecer es inevitable? ¿Su elección será acertada o equivocada? ¿Puede discernir con certeza qué hacer? Lo dudo mucho. Y las cosas de la infancia marcan de por vida. Posiblemente, eso sea augurio de un futuro destino equivocado.
Si lanzara mi destino al viento, no viviría donde vivo; habría dejado estas montañas para estar cerca del mar. Me habría perdido por las calles de una gran ciudad o por las veredas de una pequeña aldea. Quizá hubiera seguido los pasos dejados en la arena por alguien que caminó anteriormente por ella. Pisado otras huellas en la nieve o haber cruzado las aguas de un arroyo. Me hubiera dejado llevar de la mano de cualquier brisa, como hoja en otoño, para terminar cayendo en cualquier parque.
He tomado decisiones últimamente. Van a marcar mi vida, no quiero que tengan vuelta atrás. Voy a asumir mi libertad, mi independencia, mi yo. No voy a olvidar mis obligaciones, las tengo; pero quiero hacerlo desde mi casa, mi espacio, mi voluntad… Algunos pensarán que estaré lanzando mi vida al viento, pero no me importa. Quiero balancearme con él, no en él. Quiero llevar las riendas de mi paracaídas. Puedo aterrizar en arenas movedizas, en aguas turbulentas o en suelo firme. No dudo que puedo hacerme daño, pero si no me lanzo nunca sabré si valió la pena.
martes, 8 de febrero de 2011
No soy rara, soy azul...

Fundida con el mar,
con el cielo.
Ardiente pasión
y, otras, hielo.
Oculto en mi corazón,
tengo un pájaro azul
que es prisionero,
al que debo libertad,
dulce vuelo…
No soy rara, soy azul.
Gota de lluvia,
dormida en la nube.
A veces, fuego
y, otras, nieve.
He abierto la jaula
a mi cautivo.
Ahora mi corazón,
que vuela libre,
vuelve a estar vivo.
martes, 25 de enero de 2011
Una queja.

En algunas cosas coincido con parte del contenido de este artículo. Y ahora matizo: me siento activa y, en ocasiones, querida. Soy más independiente y, a ratos, más feliz. Sigo manteniendo mi espíritu joven, pero reconozco que no soy más atractiva. Tengo mis hijos viviendo conmigo, no tengo nietos, ni atiendo a personas dependientes (¡Ojala tuviera mis padres con vida!). Tengo estabilidad porque me la gano día a día, volvería a estudiar si se dieran otras circunstancias (pero me apremia más el trabajo). Cierto que no nos parecemos a las mujeres de generaciones anteriores: tenemos mejor salud, disfrutamos más sexualmente, somos más vitalistas. Confirmo las palabras de Rosario Martínez, pero la sociedad no nos ve así.
Desde que cumplí los 50 me cuesta muchísimo encontrar trabajo (¡Gracias divinos 426 euros!), en consecuencia me olvido de mi independencia económica. En cierta ocasión me llamaron para ser recepcionista, pero no pasé de ahí: mi edad y mis arrugas no eran buena carta de presentación. Me faltaban las “cachas” por todas partes. Y eso que a mi no me molesta que me reciba un señor mayor cuando voy a cualquier sitio. Mi salud es precaria aunque no mortal, pero a nadie le importa; se supone que divorciada, con hijos a cargo y sin empleo, soy carne de depresión diaria. A todo ello sumamos mi estado premenopáusico, por lo tanto, un problema para cualquier empresario. No obstante, me esfuerzo físicamente en cualquier trabajo que se presenta. Mi familia me quiere, pero no puedo evitar las confrontaciones con mis hijos (todos parados y en casa); que creen que es mi deber seguir al pie del cañón de esta puñetera crisis. Eso conlleva la merma de mi independencia para muchos aspectos de mi vida.
En cuestiones sentimentales, poco cambia. Te unes a un grupo de “singles” y sucede esto: eres una más, te tratan genial, conoces gente. Correcto, pero eso produce un efecto "pin-ball". Eres muy madura para la mayoría de los miembros de estos grupos (hay cantidad de hombres de menos de cuarenta), y los de tu misma edad no se fijan en ti, porque van como perritos en celo buscando una joven que no se parezca en nada a su vieja consorte (aunque hay excepciones). Se bebe más de la cuenta en estos encuentros, quizá para romper el hielo de un acercamiento. No me agrada terminar la noche con una persona a la que le cuesta mantenerse erguido y coherente. Fuera de estos grupos, cualquier aproximación es mera coincidencia. Recién separados que no saben vivir solos, o relaciones con un solo fin… Sexo sin amor, sin compromiso, “para hacernos compañía”. ¡Como si no supiéramos estar solas! Valemos para un polvo, pero no para una relación más seria (el que desee tenerla). Si te liberas eres un “zorrón” y si no lo haces… Mejor no vayas. Ellos nos ven como futuras cargas, es decir, mujeres doloridas, arrugadas, desganadas. Nos pesa la edad, la descalcificación, los partos… Y eso no les gusta. A nosotras tampoco. Ya no nos hace gracia lavar la ropa interior de nadie. Así que termino por dejar de “socializarme”.
En definitiva, que me quejo no sé si con razón o no, pero me quejo. ¿Qué reivindico? Me reivindico a mí. Mi ego. Mi café a media mañana, mi aperitivo con una cerveza a mediodía, mi paseo al atardecer y, como no, un buen libro o una buena melodía en la noche. Eso si, sin olvidarme de un abrazo al acostarme. Y como no tengo a quién darlo, pues les doy las buenas noches a mis perros, mientras me miran esperando que apague la luz. Porque hay que dormir y levantarse temprano.
Por eso dejé de celebrar mi cumpleaños… Me he prometido hacerlo el Día de mi Independencia. Estáis todos invitados.
viernes, 14 de enero de 2011
Rosario.

Tenemos un proyecto entre manos, pero no puedo llevarlo a cabo sola. Es para ellos, mis hijos, quizá un futuro más o menos seguro. Y confían en que lo saque adelante, pero tiran demasiado del cordón umbilical que nos une todavía. Los problemas de mi ausencia en la casa les han obligado a “espabilarse”, y el descontrol es evidente. Al menos, en los últimos días ha habido una especie de consenso entre ellos. Se organizan para las comidas, las lavadoras y la justa limpieza. Luego llego y desaparecen, así que paso bastantes horas sola.
No es el síndrome del “nido vacío”, pero se parece. Por un lado, la dependencia que, desgraciadamente y debido a esta crisis, se ha creado en torno a mí. Soy su sustento. Por otro, la sensación de que “con lo que hemos hecho, estamos en paz”. Al final, pienso que es algo así como la “cuesta de enero”, pero emocional. Poco ha cambiado mi vida de un año a otro. Tengo las mismas deudas, los mismos problemas, vivo en la misma casa, sigo sin trabajo estable, etc.
Hoy ha sido un día agotador, tenso, injusto. No me ha gustado ver a Rosario (mi compañera), tan seria. Ella es mi apoyo, mi ánimo en el trabajo. No desfallece, siempre positiva, contagiosa. Me espuela como a los corceles hasta hacerme reír, tanto que terminamos con dolor de estómago. Es el abrazo diario, el que necesito si una lágrima intenta salir en los momentos más agotadores y dolorosos de la jornada. Una cómplice en las bromas, mi “otras manos”, la otra parte de este tándem que compartimos. Estoy feliz por haberla conocido. La quiero. Y cuando salimos del trabajo, se agarra a mi brazo (como las comadres de antaño), y hacemos balance de las horas compartidas, del resultado, de nuestras quejas y, también, de nuestras esperanzas. Con sus 28 años hace que muchos días olvide que mi cuerpo me duele por el esfuerzo, que siga, que continúe, que nos queda poco, que hacemos bien nuestra labor, que me guste lo que hago. Gracias.
domingo, 9 de enero de 2011
Los Reyes Magos.

Mi madre me mandó hacer las camas de mis hermanos, era mi tarea diaria. Dos camas de “cuerpo y medio” en las que se repartían mis cuatro hermanos. Yo dormía en el fondo de la casa, junto a la cuadra. Mis abuelos, en la habitación contigua. Enfrascada en dejar las camas bien hechas, me fije en que había un paquete encima del armario. No recordaba haberlo visto el día anterior. Mi curiosidad de niña pudo más que el mandato de “no toques nada”. Me encaramé en una silla y, como pude, alcancé mi objetivo. Intenté no descomponer nada, para que no se notase que había “metido la mano donde no debía”. Había un juego de cocina de esos de latón, con sus cacitos, sartenes, tapaderas y algún cubierto. Pensé. “¡Esto es para mí!”. Volví a dejarlo todo en su sitio. Seguí limpiando la casa y obedeciendo lo que mi madre me iba ordenando, pero sin quitar la mente de aquel regalo. Era mío, estaba segura. No sabía si preguntarle a mi madre o callarme, por miedo a que me reprendiera por mi curiosidad. Al final, me armé de valor e hice la consabida pregunta: “Madre, ¿para quién es el regalo que hay encima del armario de los “cháches”?...” (Cháche, era el modo en que llamaba a mis hermanos mayores). Ella me miró de un modo que, en lugar de infundirme tranquilidad o esclarecimiento, me pareció un principio de regañina de grandes dimensiones. Como así fue… “Has mirado donde no debías, eso era un regalo para ti, un regalo de Reyes Magos. Así que, como lo has encontrado, sepas que los Reyes Magos son los padres. A partir de ahora se acabaron para ti.”.- me espetó con un semblante más que enojado. Aquello era una sentencia, una verdadera condena. Me sentí fatal, había terminado con algo que no sabía muy bien si me iba a perjudicar a mí e incluso a mis hermanos.