Poemas y otras fantasías.

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lunes, 4 de enero de 2010

Dos miradas.


He empezado el año mirando atrás. He dibujado en el aire todas las miradas que he podido recordar, mirando al infinito para colocarlas en un muro y sentarme a observarlas. Y han empezado a aparecer, como en una película, las imágenes de esas miradas…
Mis ojos mirando los conejos del corral, en mi mano un pedazo de pan duro que iba rompiendo para echarles las migajas a través de la tela metálica. Tendría tres años, pero era algo que hacía cada día. Buscar la compañía de los animales y observarles. Dejarme rodear por sus cacareos, saltos, ladridos…
He visto mis ojos asustados ante la inundación de mi primera casa en Enguera; la desesperación de mi madre al despertarme, en la madrugada, para pedirme que sujetara un cubo porque una gotera enorme caía sobre mi cama. El agua llegaba hasta el colchón.
Las miradas de los compañeros de escuela, la de reprobación de los profesores, la de la regla golpeando las manos, los ojos enojados de mis padres ante mis travesuras, la cansada y tierna mirada de mi abuela al acostarme, los primeros ojos que hicieron revolotear mariposas en mi estómago y me hicieron sonrojar, las de deseo, envidia, miedo, felicidad, sorpresa; incluso las de los que dejaron de mirar para irse a otro lugar, otro universo (si es que existe); miradas llenando mi vida.
Las miradas de mis hijos al nacer, tan diferentes a las de ahora. Miradas perdidas, miradas de odio, de amor, de silencio, de llanto, de risas, de dolor, de paz… ¡Tantas a lo largo de estos años! Siempre dos miradas. La mía y la de la persona, cosa, animal o sentimiento que he tenido enfrente.
He subido a la terraza, para que mis perros corrieran e hicieran sus necesidades. Se ha puesto a llover y he vuelto a mirar. He mirado al cielo, a las nubes grises que cubrían el inmenso azul. La niebla rozaba el campanario de mi pueblo… Y he mirado como caía la lluvia en mi rostro, como mojaban mi cara las gotas heladas; erizando mi piel. He abierto los brazos para recibirlas, he cerrado los ojos para dejar de mirar; para sentir que, allí arriba, alguien me estaba mirando también. Y por un momento, éramos dos miradas en silencio, disfrutando como niños, gozando de la frescura, de los sueños, del abrazo único e inimitable que produce la lluvia al tocar la piel.
Mis perros me han reclamado, obligándome a despertar. Un tanto mojada, he vuelto a la casa, a poner la mesa y la comida a mis hijos. Les he mirado, pero están tan inmersos en sus vidas que sus ojos apenas se han cruzado con los míos. Sólo mis perros me han mirado fijamente para decirme con “sus miradas” que ellos también querían comer.

4 comentarios:

Manuel dijo...

Sí, sí, María; pero, por favor, mira adelante. Hay mucho y bueno por recorrer.
Besos.
Manuel.

E.A.V. dijo...

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Anónimo dijo...

Un beso Maria, mucho si pasar por aquí. Bonitos escritos en los que expresas tus sentimientos, pero estoy de acuerdo con Manuel:"por favor Maria, mira hacia delante.....hay mucho y bueno por recorrer".....y si tu mirada no se cruza con la de tus hijos o de quien tu quieras, haz algo para que se crucen.....en tus manos está.

Un beso enorme cargado de la mejor de mis energias para tí.

Anónimo dijo...

Juer, que era yo, Montse, o la Enana